Transparencia de vida

Sinceridad

Que nuestra forma de ser externa coincida cada vez más con nuestro interior, eso se llama sinceridad. Y, naturalmente, sin esfuerzos y menos sin apariencias, sino sencillamente siendo lo que somos, sin falsear la verdad por temor a desagradar a los demás.

Esta sinceridad exige siempre hacer las cosas con rectitud de intención, es decir, preocuparnos que nuestra forma de actuar sea según lo que Dios quiere y de lo que estamos convencidos, no de los juicios humanos; actuar preocupándonos más de lo que agrada o desagrada a Dios que de lo que agrada o desagrada a los hombres.

Habitualmente nos domina la preocupación de agradar a las personas, interesándonos de mejorar la imagen que los otros pueden tener de nosotros. Y, sin embargo, nos preocupamos poco de lo que somos a los ojos de Dios; y por esta razón nos saltamos con frecuencia lo que más le interesa ver a Dios: el corazón de las personas, la intención con la que se hacen las cosas y las obras de amor y de caridad secretas. Este trabajo de cada día va haciendo libre a la persona y la hace sentirse “pensado y amado” y en las manos de Dios. Santa Teresa decía: “Nada te turbe, nada te espante, sólo Dios basta”.

P. Salvador Murguía sdb