Mirada diferente

Miradas

¿Qué es lo que a Dios le enamora de nosotros? Me gusta hacerme seguido esta pregunta viendo la vida de tantas personas, pero en especial de María, su madre.

Como personas somos muy dados a hacer juicios rigurosos, no nos perdonamos los errores cometidos, nos frustramos por no alcanzar esa imagen idealista que hemos pensado y planeado para nosotros. Se nos olvida que somos frágiles, que nos equivocamos y que también somos pecadores. Nos quedamos en la apariencia y nos cuesta ver nuestro corazón. De esta misma manera creemos que nos ven y valoran los demás, y más aún, pensamos que así nos mira Dios.

Se nos olvida que Dios tiene una mirada de amor, que no le importa cuantas marcas o manchas tengamos, cuantas cicatrices por las heridas que nos hemos hecho al caer; no logramos entender con el corazón que Él, no está ahí para juzgarnos, sino que nos tiende la mano para ayudarnos a ponernos en pie. Él solo nos quiere sanos y nos consuela, alienta y valora. Para Él, cada uno de nosotros somos preciosos y maravillosos.

Hace unos meses cuando el Papa se dirigía a los jóvenes en Perú les decía:

Queridos jóvenes, el Señor los mira con esperanza, nunca se desanima de nosotros. Cuando Jesús nos mira, no piensa en lo perfectos que somos, sino en todo el amor que tenemos en el corazón para brindar y para seguirlo a Él. Para Él eso es lo importante, es lo más grande, ¿cuánto amor tengo yo en mi corazón? Hay fotos que son hermosas, pero están trucadas, y déjenme decirles que el corazón no se puede «photoshopear», porque ahí es donde se juega el amor verdadero, ahí se juega la felicidad y ahí se muestra lo que eres. ¿Cómo es tu corazón? Jesús no quiere que te «maquillen» el corazón; Él te ama así como eres y tiene un sueño para realizar con cada uno de ustedes.

¡Que nada ni nadie nos lleve a mirarnos con desánimo ni desconfianza! Que las apariencias no nos engañen. Somos más que eso, confiemos en lo esencial, aquello invisible a nuestros ojos tantas veces, pero que es lo que a Dios le enamora de nosotros. Que sea Dios el que nos enseñe a mirarnos con misericordia.

P. Salvador Murguía sdb

Transparencia de vida

Sinceridad

Que nuestra forma de ser externa coincida cada vez más con nuestro interior, eso se llama sinceridad. Y, naturalmente, sin esfuerzos y menos sin apariencias, sino sencillamente siendo lo que somos, sin falsear la verdad por temor a desagradar a los demás.

Esta sinceridad exige siempre hacer las cosas con rectitud de intención, es decir, preocuparnos que nuestra forma de actuar sea según lo que Dios quiere y de lo que estamos convencidos, no de los juicios humanos; actuar preocupándonos más de lo que agrada o desagrada a Dios que de lo que agrada o desagrada a los hombres.

Habitualmente nos domina la preocupación de agradar a las personas, interesándonos de mejorar la imagen que los otros pueden tener de nosotros. Y, sin embargo, nos preocupamos poco de lo que somos a los ojos de Dios; y por esta razón nos saltamos con frecuencia lo que más le interesa ver a Dios: el corazón de las personas, la intención con la que se hacen las cosas y las obras de amor y de caridad secretas. Este trabajo de cada día va haciendo libre a la persona y la hace sentirse “pensado y amado” y en las manos de Dios. Santa Teresa decía: “Nada te turbe, nada te espante, sólo Dios basta”.

P. Salvador Murguía sdb