El trabajo de cada día

trabajo

Decían los antiguos, «agere sequitur esse» («el obrar sigue al ser»). Si los hábitos que tienes no generan un beneficio para ti y para los demás, directamente te pueden hacer daño y hay que pensar, reflexionar y cambiar. Dos ejemplos de esas pequeñas cosas que te privan de la felicidad, si Tú lo permites:
1. Concentrarte en la vida de otros y no en la tuya. No te conformes las historias de éxito de otros y como las cosas se han dado para ellos, olvidando las tuyas. Tienes todo lo que necesitas para convertirte en todo lo que eres capaz de ser. Los cambios más asombrosos ocurren cuando decides tomar el control. Esto significa «consumir menos, crear más». Significa negarse a dejar que otros piensen, hablen y decidan por ti. Significa aprender a respetar y hacer uso de tus propias ideas para vivir tu vida. Mantén tus mejores deseos y tus metas más grandes cerca de tu corazón y dedícales tiempo cada día. Si verdaderamente te ocupas de las cosas que haces y trabajas diligentemente en ellas, no habrá casi nada que no puedas lograr.
2. Esperar a que llegue el momento perfecto. Evita caer en el mito del momento perfecto. Los momentos no son perfectos, Son lo que tu quieres que sean. Mucha gente espera a que los astros se alineen para hacer lo que tienen que hacer. El momento perfecto, la oportunidad precisa…etc. ¡Despierta! Estos estados de perfección son mitos. ¡No existen! Tu habilidad de crecer a tu máximo potencial está directamente relacionada a tu voluntad de actuar ante la imperfección. Serás exitoso si en vez de buscar el momento perfecto, aprendes a ver y a usar las adversidades de la vida a tu favor.
Dios ha puesto en tu interior grandes potencialidades que requieren ser trabajadas día a día y personalmente por cada uno de nosotros. Nuestros actos y los hábitos que cada día hacemos son un medio para desarrollar nuestras cualidades como personas y hacer dichosos a los demás.

P. Salvador Murguía sdb

Deja un comentario