Nuestros hijos son piezas frágiles que vamos forjando con nuestras reacciones y forma en que nos relacionamos con ellos, así como lo que perciben de nuestra imagen.
La forma en la que interactuamos con ellos, la manera en que nos dirigimos y nos expresamos cuando les hablamos, irá dejando huella en su vida, en su comportamiento, en sus valores, sentimientos y forma de enfrentarse a las nuevas situaciones.
El lenguaje determina la personalidad del niño, por eso es importante la forma en la que hablamos con nuestros hijos.
Muchas veces no somos conscientes de la forma en la que nos expresamos, alzamos la voz, usamos tonos despectivos, hacemos promesas que no cumplimos, criticamos y prejuzgamos, utilizamos tonos amenazantes, sin percatarnos que para ellos somos importantes, somos su ejemplo, y de que, cada vez que nos escuchan y observan, les estamos marcando un camino a seguir.
Nosotros, los adultos, debemos ser conscientes que “el lenguaje crea”; como hablemos a nuestros hijos, hablarán ellos a sus semejantes; el tono que utilicemos, utilizarán ellos con sus amigos.
Por eso, es muy importante mantener en nuestras expresiones:
- Un tono conciliador.
- Firmeza en las decisiones.
- Claridad en los conceptos.
- Lenguaje siempre positivo.
Nunca es tarde para empezar, y recuerda que el lenguaje crea; por lo tanto, recuerda la importancia de la forma de hablar con nuestros hijos.
Andrés París, pedagógo