Amante perdido

Desconectados

Hoy los “media” han acelerado el ritmo de nuestras vidas, nos han acortado las distancias y nos mantienen “comunicados” con todo el mundo, pero estamos pagando el costo cuando mantienen nuestra información personal y nos mantienen cautivos y peor aún cuando nos dejamos llevar por estos medios y aprisionan nuestra libertad personal y nos despersonalizan.

Usarlos con “criterio” y con absoluta libertad es lo más educativo pero esto implica hacer opciones personales. Hasta hace un tiempo la gente se veía por la calle llevando un libro o el periódico o una revista y ocupaba su tiempo a la espera del autobús o en el tren o en el aeropuerto, o en la sala de espera del doctor o de una oficina y se saludaba con un gesto o una reverencia; la gente caminaba y podías contemplar su rostro y sus ojos, hoy somos seres desconocidos donde cada quien va escuchando su música con sus audífonos y su mundo personal intocable. 

Anthony de Mello, que fue un gran sacerdote jesuita nacido en la India, psicoterapeuta y mejor conocido por sus libros y conferencias teológicas y su espiritualidad, tenía muchos relatos que nacidos de la reflexión de la vida iluminan el corazón de las personas
Tiene un cuento, iluminador como todos:

“Un amante estuvo durante meses pretendiendo a su amada sin éxito, sufriendo el atroz padecimiento de verse rechazado. Al fin su amada cedió: “Acude a tal lugar a tal hora y ahí nos veremos”, le dijo. Y allí, a la hora fijada, al fin se encontró el amante junto a su amada. Entonces metió la mano en el bolso y sacó un fajo de cartas de amor que había escrito durante los últimos meses. Eran cartas apasionadas en las que expresaba su amor y la unión con ella. Y se puso a leérselas a su amada. Pasaron las horas y él seguía leyendo.
Por fin dijo la mujer: “¿Qué clase de estúpido eres? Todas esas cartas hablan de mí y del deseo que tienes de mí. Pues bien, ahora me tienes junto a ti y no haces más que leer tus cartas”. 

Ahora esas cartas de amor son más modernas y se llaman celulares, TV e Internet o tantos otros distractores modernos que nos alejan del contacto personal. No sabría decir si hemos perdido o tal vez nos hemos perdido.

P. Salvador Murguía sdb

Abrir los ojos

Abrir Ojos

El hombre moderno está rodeado de una multitud de personas, súper conectado con todos, con acceso a observar cualquier parte del mundo desde cualquier lugar y en cualquier momento; pero también se encuentra más solo que nunca. Basta observar “con ojos de ternura y con corazón apasionado” a los demás, especialmente para ver los rostros indefensos, necesitados y sufrientes para darnos cuenta de esto.

El 30 de noviembre pasado se dio una situación como ésta, y por lo mismo triste, cuando en un vagón de la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México, un hombre de aproximadamente 70 años de edad, tomando el transporte a media tarde, se sienta en la parte del vagón destinada a mujeres embarazadas, discapacitados y ancianos y se queda reclinado sobre la barandilla de protección de su asiento.

En ese ambiente del Metro poblado de voces, de ruidos, de presencias, el que se le conoce ya en la prensa mexicana como “el hombre de la tercera edad” reclinó su cabeza a media tarde y hasta la medianoche, cuando los inspectores fueron a hacer su ronda de supervisión, nadie supo que no estaba dormitando, sino que estaba muerto.

Habrá recorrido más de 150 kilómetros y habrá sido visto por varios cientos de personas y nadie se percató –en el anonimato de la metrópoli—que el pasajero sin nombre, vestido si no elegante, al menos muy correctamente (zapatos mocasines de color marrón; pantalón beis, camisa azul y chaqueta azul claro), había pasado a mejor vida. El cadáver permaneció dando vueltas en el vagón hasta el cierre del servicio, a las 23:45 pm.
Nadie ha reclamado, hasta el momento, su cadáver. Nadie ha dicho nada sobre su sepultura. Un solitario más que deja la vida sin que nadie, de los miles que lo rodean, se entere de nada. Dormirse y morirse en la más completa soledad.

Mirar con otros ojos la soledad de las personas.

P. Salvador Murguía sdb