Familiaridad

familiaridadLaura Vicuña se llamaba una chica chilena, nacida en Junín de los Andes en los primeros años de mil novecientos que ya desde sus primeros años de vida vivió las dificultades de la vida familiar: perdió a su padre muy pronto y su madre obligada por la pobreza tuvo que emigrar a través de la cordillera altísima para encontrar nuevos horizontes en su vida; y buscando mejores lugares y condiciones de vida, encontraron en cambio mayores dificultades y violencia de género en el seno de la familia. Pero la pequeña Laurita encontró, en un colegio salesiano, un ambiente de familia y un refugio a todas estas situaciones pero sobre todo un horizonte a su vida y el de su familia, descubriéndose amada y querida. Mostró desde su tierna edad un espíritu contemplativo y grande inquietud por las cosas y amistades profundas. Muere a los 12 años sacrificándose por la conversión de su mamá que tomando un camino de vida equivocado y poco ejemplar para la pequeña, también la fortaleció siendo un modelo, a esa edad, de cómo afrontar los contratiempos y dificultades dentro de su familia.

Que los jóvenes no sólo sean amados, sino que ellos mismos sientan que son amados”, decía siempre Don Bosco.

Descubrir qué piensan y cómo se sienten los muchachos es tarea de padres y educadores, lo mismo que serles cercanos y acompañarles en los momentos especialmente difíciles de sus vidas; pero a los jóvenes y adolescentes se les entiende, se les comprende, además se les respeta y sobre todo se les ama solo en la convivencia; esta era la práctica de Don Bosco. La familiaridad se expresa en pequeños detalles pero en el fondo se da en la amistad, en la aproximación, en la cercanía, en estar presentes en sus vidas. Tenemos que convencernos con el corazón que el amor es presencia educativa. El principio evangélico del amor se hace presencia constante de padres y educadores en la vida de los hijos y muchachos. Y nada suple la presencia.

P. Salvador Murguía sdb

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